Y me lo dicen como con pena, como el que pincha un globo y mira para atrás para no asustarse con la explosión, como si no fuera cosa suya.
O simplemente me lo echan en cara, como el que regaña a un niño que hace garabatos por las paredes con sus pinturas de cera. "Niño malo!"... (¿No lo volveré a hacer?)
Me lo dicen desde vidas más o menos grises, desde el conocer el mañana porque ya vivieron el ayer, desde la hipoteca y el coche, desde su preciosa vida escrita en una hoja cuadriculada.
Yo, por mi parte, prefiero que me dejen utilizar folios en blanco. Seguro que se me tuercen algunos renglones, pero lo que salga de ahí será profundamente mío. Quiero tener la libertad de escribir yo la historia, de equivocarme, de tener que tragarme el p*to folio cuando lo que haya escrito sea una mierda.
Así lo hacen los genios; también muchas almas en pena. No aspiro a ser una cosa ni la otra, pero sí a estar vivo, a que mi circunstancia me haga sentirme vivo.
Creo que va siendo hora de idear un nuevo capítulo para esta historia.
"La verdadera locura quizá no sea otra cosa que la sabiduría misma que, cansada de descubrir las vergüenzas del mundo, ha tomado la inteligente resolución de volverse loca."
Heinrich Heine; preámbulo de "Los renglones torcidos de Dios"