18/08/2010
Hoy no tengo muy buen cuerpo, pero bueno, aprovecho y escribo una entradita antes de irme a dormir.
El finde pasado me fui a Chicago con un amigo de la oficina, que tenía allí a un compañero de máster. Fue un viaje lleno de anécdotas desde el principio, con retraso de avión y un azafato que se hizo coleguilla nuestro y nos regalaba bolsas de frutos secos. Luego allí también nos pasó un poco de todo, desde quedarnos casi tirados a tener que presentarnos ante desconocidos, estilo Bourne, y cosas incluso más bizarras, que diría aquel. La verdad es que la combinación de todas estas historias hizo que nos quedara un viaje muy divertido.
La ciudad de Chicago me gustó mucho. Nos hizo un tiempo estupendo los tres días que estuvimos por allí, por lo que pudimos disfrutar de sus parques, de la playa del lago Michigan y del río Chicago, que cruza el centro de la ciudad y le da un toque (me gustan los ríos que cruzan ciudades, como pasaba en Cork)
El Millenium Park, el parque más famoso de la ciudad, tiene un auditorio al aire libre, donde estuvimos el sábado tomando unas cervecitas mientras escuchabamos música clásica de una orquesta con coro, y la famosa haba plateada que refleja los edificios de los alrededores y donde se reune un montón de gente para sacarse fotos divertidas. También hay en este parque unas estatuas que proyectan caras y, cada tanto, escupen agua por la boca. Los niños se lo pasaban pipa.
Los becarios de por allá parecían muy contentos con su destino y nos comentaban que les da pena volverse. Y eso que el invierno es un infierno allí (incluso más frío que en Nueva York, lo cual ya es decir mucho)
A mi desde luego me pareció una ciudad ideal para vivir una temporadita (en verano).
P.D. Os dejo unas fotitos ilustrativas, que mi prosa ha estado un poco espesa hoy.
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