Ese es el momento. Día D, hora H. Mi próximo punto de inflexión.
Enfrente de mí, un skyline y 12 meses para descubrir la que muchos consideran capital del mundo y el país-continente que la contiene.
A mis espaldas, 6 meses de máster en Madrid, 2 largos meses de verano y el revival con mis compañeros de máster durante esta semana que finaliza. De algunos de ellos ya me despedí, a otros los veré esta noche. Dios sabe cuándo les volveré a ver la cara.
Son momentos como éste los que sacan a flote mi vena filosófica (los menos ya sabríais de su existencia). Se podría decir que los momentos de cambio me ponen trascendente.
Y es que esto de que la vida se componga de una sucesión constante de finales y comienzos no deja de parecerme curioso:
Gentes que van y vienen; amores pasajeros; amistades y desengaños más o menos duraderos; mismos charcos en aceras diferentes...
Hasta que, de repente, caes en la cuenta de que hay un único personaje que permanece en el reparto de esta película de forma invariable; cogiendo cosillas de aquí y de allí, de éste o de aquél, para construir el collage de su propio yo.
Pues bien, hoy le han puesto fecha al próximo capítulo de la película. Y no sé por qué me da que yo soy el prota.
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